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sábado, 19 de marzo de 2011

Crónica de una vacación accidentada II

Después de dormir una larga y reparadora (?) siesta en las sillas de aeroparque, el avión salió (con nosotras adentro, un detalle no menor) y llegamos a Bariloche sin mayores problemas.

Excepto por casi atropellar a un transeúnte y casi chocar a un grupo de turistas, todo con un auto alquilado, el paso por Bariloche fue bastante tranquilo.

Después fuimos para El Bolsón, que no tiene hobbits pero es una comarca. Posta.

Cuando llegamos había mucho olor a humo y a pesar de ser más de las 11 pm de un martes en un pueblo chico donde no pasa nada un día de semana, había mucha actividad. Resulta que mientras nosotras dormíamos plácidamente en el micro, gran parte de los cerros en Lago Puelo, a 15 km de ahí, se estaban prendiendo fuego. No, no vivimos 15 días en un termo. Para nada, eh.
En Bolsón abundan los hippies, conocimos a gente muy copada [entre ellos al gemelo de Whitey
(no, el de verdad no, pero se parecía mucho, aunque el nuestro es más copado)], Mechi casi se roba un perro, nos ganamos el odio de una de las encargadas del hostel en menos de dos horas, y hasta ayudamos a un hippie a violentar la puerta de una cabaña en la montaña, aunque sin mucho éxito. Era bueno el candado.

De ahí partimos para Villa la Angostura: fuimos al Bosque de Arrayanes, recorrimos los Siete Lagos (bah, tres o cuatro) y comimos como cerdas en Villa Traful. Yo me descompuse en el camino (si piensan viajar 3 horas por ruta de ripio en una Trafic venida a menos, antes tomen algo para el mareo) y Fer estaba mal del estómago, pero eso no nos impidió comer un brownie con helado gigante.

Después de la aventura gastronómica salimos para San Martín de los Andes, pero para no alargar tanto esto el resto va en la próxima entrega =p

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